viernes, 6 de julio de 2007

Aquel

De copuchenta fui a dar a un blog de por allá leeeejos: los Estados Unidos Mexicanos y el chiquillo con sus palabras me reflejó por completo.
Él contaba que había visto una chica muy guapa que era de su tipo en el metro y a partir de ello hizo una reflexión acerca de que hacía tiempo no sentía que alguien le moviera el piso o lo pusiera nervioso o que le quitara el sueño y posteriormente habló sobre la selección que hacemos para perpetuar nuestra especie con quien nos parece "ideal" o correcto para hacerlo. En fin, a raíz de sus palabras yo me puse a pensar en eso, en realidad hace dias que lo hago, y me percaté de que yo tampoco tengo a nadie que me haga ponerme más torpe de lo que soy, que robe suspiros sin darse cuenta y que me haga sonreir estupidamente con el sólo hecho de pensar o recordarme de él. En un principio había sentido ansiedad por eso, fue extraño, había nacido en mi el sentimiento de no querer estar sola, o sea, me habían dado ganas de pololear, cosa que hasta a mi me dejó sorprendida y luego lo encontré natural, es que como dice Arjona: por que en pareja vinimos y en pareja hemos de terminar y además de tan filosófica frase, sumando y restando ya es bastante el tiempo que llevo sola y me había incomodado. Se lo comenté a una amiga y le dije que había tal escacez de jotes que mi ego se estaba viendo afectado y me preguntó si es que acaso a mi me gustaba alguien y nació un rotundo NO. Su teoría es que yo ando con mi cabecita loca metida en las cosas de la universidad y que con el curso de DJ tenía suficiente y que demás que había alguien por ahí pero que yo no me daba cuenta, y la verdad es que soy tan pava para ese tipo de cosas que no voy a discutir su posición ni opinión.
Lo que sí puedo comentar es que me provoca una curiosidad tremenda eso de saber que es el correcto, el indicado. ¿ Cómo saberlo ?, ¿ cómo tener la certeza de que es él y no otro?, porque ya me pasó una vez que me enamoré y me casaba a ojos cerrados sin discusión alguna. ¿ Cómo poder distinguir si es que es algo pasajero o es de verdad ?, ¿ qué me va a decir: sí, éste es y aqui me quiero quedar ?, ya no creo en esas cosas de: el corazón te lo va a decir o simplemente lo vas a saber, por que soy de la idea de que nos enamoramos más de una vez a pesar de que he conocido gente que ha tenido un solo gran amor en su vida y que afortunadamente han podido disfrutar de el. No puedo dejar de preguntarme como será ese proceso de convicción, como es que se llega al punto de decir que quiero, más que pasar el resto de mi vida con él, compartir mi vida con esa persona y me pregunto si es que acaso seré capaz de soportar o aguantar ver a la misma persona todas las mañanas durante el resto de mi vida, ¿ seré capaz de transar cosas para compartir con alguien, dejaré ese egoísmo de lado para preocuparme por otro ?. Si me hago esa pregunta ahora, la respuesta es clara como el agua: no y con eso sola me respondo tanta cosa que da vueltas en mi neurona: aún no estoy preparada para dejar de ser hiperventilada y saltar horas de horas, no estoy dispuesta a dejar de carretear y ver menos a mis amigos, no creo que alguien aguante la edad mental de 5 años y el mal genio cuando no duermo ni las mañas milenarias y reconozco que quien esté dispuesto a soportar eso se merece todo mi respeto, lealtad, cariño y paciencia además de los minutos del celular y que ponga una foto suya sobre el escritorio, mientras no aparezca esa persona seguiré "enamorándome" del primer chico guapo que pase hasta que aparezca otro más guapo que él.

miércoles, 4 de julio de 2007

Carta II pt 3 (Gustavo Adolfo Bécquer)

¿No has soñado nunca? Al despertar, ¿te ha sido alguna vez posible referir, con toda su inexplicable vaguedad y poesía, lo que has soñado?
El espíritu tiene una manera de sentir y comprender especial, misteriosa, porque él es un arcano; inmensa, porque él es infinito; divina, porque su esencia es santa.
¿Cómo la palabra, cómo un idioma grosero y mezquino, insuficiente a veces para expresar las necesidades de la materia, podrá servir de digno intérprete entre dos almas?
Imposible.
Sin embargo, yo procuraré apuntar, como de pasada, algunas de las mil ideas que me agitaron durante aquel sueño magnífico, en que vi al amor, envolviendo a la Humanidad como en un fluido de fuego, pasar de un siglo en otro, sosteniendo la incomprensible atracción de los espíritus, atracción semejante a la de los astros, y revelándose al mundo exterior por medio de la poesía, único idioma que acierta a balbucear algunas de las frases de su inmenso poema.
Pero, ¿lo ves? Ya quizá ni tú me entiendes ni yo sé lo que me digo. Hablemos como se habla. Procedamos con orden. ¡El orden! ¡Lo detesto, y, sin embargo, es tan preciso para todo!...
La poesía es el sentimiento; pero el sentimiento no es más que un efecto, y todos los efectos proceden de una causa más o menos conocida. ¿Cuál lo será? ¿Cuál podrá serlo de este divino arranque de entusiasmo, de esta vaga y melancólica aspiración del alma, que se traduce al lenguaje de los hombres por medio de sus más suaves armonías sino el amor?
Sí; el amor es el manantial perenne de toda poesía, el origen fecundo de todo lo grande, el principio eterno de todo lo bello; y digo el amor porque la religión, nuestra religión sobre todo, es un amor también, es el amor más puro, más hermoso, el único infinito que se conoce, y sólo a estos dos astros de la inteligencia puede volverse el hombre cuando desea luz que alumbre en su camino, inspiración que fecundice su vena estéril y fatigada.
El amor es la causa del sentimiento; pero... ¿qué es el amor? Ya lo ves: el espacio me falta, el asunto es grande, y... ¿te sonríes?... ¿Crees que voy a darte una excusa fútil para interrumpir mi carta en este sitio?
No; ya no recurriré a los fenómenos del mío para disculparme de no hablar del amor. Te lo confesaré ingenuamente: tengo miedo.
Algunos días, sólo algunos, y te lo juro, te hablaré del amor, a riesgo de escribir un millón de disparates.
-¿Por qué tiemblas? -dirás sin duda-. ¿No hablan de él a cada paso gentes que ni aún lo conocen? ¿Por qué no has de hablar tú, tú que dices que lo sientes?
¡Ay! Acaso por lo mismo que ignoran lo que es, se atreven a definirlo.
¿Vuelves a sonreírte?... Créeme: la vida está llena de estos absurdos.

Carta II pt 2

Efectivamente, es más grande, es más hermoso, figurarse el genio ebrio de sensaciones y de inspiración, trazando a grandes rasgos, temblorosa la mano con la ira, llenos aún los ojos de lágrimas o profundamente conmovidos por la piedad esas tiradas de poesía que más tarde son la admiración del mundo; pero, ¿qué quieres?, no siempre la verdad es lo más sublime.
¿Te acuerdas? No hace mucho que te lo dije a propósito de una cuestión parecida.
Cuando un poeta te pinte en magníficos versos su amor, duda. Cuando te lo dé a conocer en prosa, y mala, cree.
Hay una parte mecánica, pequeña y material en todas las obras del hombre, que la primitiva, la verdadera inspiración desdeña en sus ardientes momentos de arrebato.
Sin saber cómo, me he distraído del asunto. Comoquiera que lo he hecho para darte una satisfacción, espero que tu amor propio sabrá disculparme. ¿Qué mejor intermedio que éste para con una mujer?
No te enojes. Es uno de los muchos puntos de contacto que tenéis con los poetas, o que éstos tienen con vosotras.
Sé, porque lo sé, aun cuando tú no me lo has dicho, que te quejas de mí, porque al hablar del amor detuve mi pluma y terminé mi primera carta como enojado de la tarea.
Sin duda, ¿a qué negarlo?, pensaste que esta fecunda idea se esterilizó en mi mente por falta de sentimiento. Ya te he demostrado tu error.
Al estamparla, un mundo de ideas confusas y sin nombre se elevaron en tropel en mi cerebro y pasaron volteando alrededor de mi frente, como una fantástica ronda de visiones quiméricas. Un vértigo nubló mis ojos.
¡Escribir! ¡Oh! Si yo pudiera haber escrito entonces, no me cambiaría por el primer poeta del mundo.
Mas... entonces lo pensé y ahora lo digo. Si yo siento lo que siento, para hacer lo que hago, ¿qué gigante océano de luz y de inspiración no se agitaría en la mente de esos hombres que han escrito lo que a todos nos admira?
Si tú supieras cómo las ideas más grandes se empequeñecen al encerrarse en el círculo de hierro la palabra; si tú supieras qué diáfanas, qué ligeras, qué impalpables son las gasas de oro que trotan en la imaginación al envolver esas misteriosas figuras que crea y de las que sólo acertamos a reproducir el descarnado esqueleto; si tú supieras cuán imperceptible es el hilo de luz que ata entre sí los pensamientos más absurdos que nadan en el caos: si tú supieras... Pero, ¿qué digo? Tú lo sabes, tú debes saberlo.

martes, 3 de julio de 2007

Carta II pt 1

En mi anterior te dije que la poesía eras tú, porque tú eres la más bella personificación del sentimiento, y el verdadero espíritu de la poesía de otro.
A propósito de esto, la palabra amor se deslizó en mi pluma en uno de los párrafos de mi carta.
De aquel párrafo hice el último. Nada más natural. Voy a decirte el porqué. Existe una preocupación bastante generalizada, aun entre las personas que se dedican a dar formas a lo que piensan, que, a mi modo de ver, es, sin parecerlo, una de las mayores.
Si hemos de dar crédito a los que de ella participan, es una verdad tan innegable que se puede elevar a la categoría de axioma el que nunca se vierte la idea con tanta vida y precisión como en el momento en que ésta se levanta semejante a un gas desprendido y enardece la fantasía y hace vibrar todas las fibras sensibles, cual si las tocase alguna chispa eléctrica.
Yo no niego que suceda así. Yo no niego nada; pero, por lo que a mí toca, puedo asegurarte que cuando siento no escribo. Guardo, sí, en mi cerebro escritas, como en un libro misterioso, las impresiones que han dejado en él su huella al pasar; estas ligeras y ardientes hijas de la sensación duermen allí agrupadas en el fondo de mi memoria hasta el instante en que, puro, tranquilo, sereno y revestido, por decirlo así, de un poder sobrenatural, mi espíritu las evoca, y tienden sus alas transparentes, que bullen con un zumbido extraño, y cruzan otra vez por mis ojos como en una visión luminosa y magnífica.
Entonces no siento ya con los nervios que se agitan, con el pecho que se oprime, con la parte orgánica natural que se conmueve al rudo choque de las sensaciones producidas por la pasión y los afectos; siento, sí, pero de una manera que puede llamarse artificial; escribo como el que copia de una página ya escrita; dibujo como el pintor que reproduce el paisaje que se dilata ante sus ojos y se pierde entre la bruma de los horizontes.
Todo el mundo siente. Sólo a algunos seres les es dado el guardar como un tesoro la memoria viva de lo que han sentido. Yo creo que éstos son los poetas. Es más: creo que únicamente por esto lo son.